Mazda es la única marca que ha comercializado con éxito el motor rotativo
Hay tres conceptos esenciales que conforman el ADN de Mazda y que nunca han dejado de fascinar a todos los que forman parte de este fabricante de Hiroshima: el placer de conducción, el diseño distintivo y ligero y el motor rotativo. Precisamente, este último supone uno de los hitos que mejor refleja el denominado como Espíritu Mukainada o lo que es lo mismo: la capacidad que Mazda ha demostrado a lo largo de su historia a la hora de afrontar los retos y superar las adversidades con éxito.
Y es que en los años 60, Mazda se encontraba en una encrucijada. El gobierno japonés estaba reestructurando la industria automovilística nacional y no había ninguna garantía de que Mazda pudiera subsistir al final del proceso. El presidente de Mazda, Tsuneji Matsuda, no estaba dispuesto a que la compañía fuera absorbida por un conglomerado automovilístico, y por ello, en 1961 firmó un acuerdo con la firma alemana NSU para desarrollar el motor rotativo y, de paso, preservar su independencia y carácter innovador. Sin embargo, este fue solo el primero de los escollos, ya que enseguida se vio que el motor presentaba muchas objeciones: sus vibraciones causaban un desgaste anormal. Las fugas de combustible a la cámara de combustión causaban nubes de humo blanquecino y espeso. Y el diseño de un solo rotor que había desarrollado NSU, si bien era lo bastante estable a altas revoluciones del motor, tenía unas características de entrega de par muy mejorables a velocidades más bajas del motor.